- Bueno...- Caí al suelo con una avalancha de hojas de papel.
- Lleva cuidado por donde vas, enana.- Soltó Edmund. Siguió caminando seguido de sus fotógrafos y entrevistadores.
Le observé de mala manera como desaparecía por el final del pasillo a la vez que Xander y Meg me ayudaban a levantarme. Mierda. Llevaba en las manos un auténtico tocho de folios, mi trabajo de Sociales, y la caída los había desperdigado todos por el suelo. Me puse a recogerlos rápidamente antes de que la manada de estudiantes saliera disparada debido al espeluznante sonido de la campana oxidada.
Cuando lo hube recogido todo, caminé hasta alcanzar a Xander y Meg, que estaban en la puerta principal esperando a que ordenara el desastre. Qué buenos amigos.
- ¿Ya lo has recogido todo?- Dijo Xander a la vez que echábamos a andar.
- Sí. Gracias por ayudarme.-Dije con ironía.
- Anda, si sabes que yo te quiero mucho.- Me paso el brazo por los hombros. Lo sacudí.
- No lo dudo.- Dije riéndome.
Meg no dijo nada en toda la vuelta a casa. Iba echándole fotos a todo el mundo y raro fue que nadie se quejara. Solía hacer eso a cada salida del instituto, luego cogía su cuaderno y pintaba todo lo que veía en las imágenes. A veces, los rostros de las personas estaban desfigurados y amorfos. Otras veces las caras eran tan perfectas que refulgían en contraste con el espacio en el que se situaban. Dependía de su humor, y no se porque tenía la sensación de que esta vez, las personas dibujadas iban a ser feas. Muy feas.
Llegamos a su casa. Rebuscó en su mochila y sacó unas llaves de lasque colgaba un pequeño dibujo de una casa plastificada. Se giró y me abrazó.
- Gracias, Nelly.- Dijo. Tuve la sensación de que se iba a poner a llorar y eso me recorrió las entrañas.
- Soy tu amiga,¿no?.- La abracé con ternura.- No me las des.
Se dio la vuelta y entró en el pequeño portón del edificio. Su madre y su hermana pequeña, Doreen, se asomaron por la ventana. Su madre me sonrió. Suponía que tener que seguir hacia delante desde que pierdes a tu marido y no puedes aguantar, además de tener a tu único apoyo,una hija de 16 años que se tiraba prácticamente el día entero encerrada en la habitación, pintando y dibujando situaciones imaginarias, no era de gran ayuda.
Saludé a Doreen y seguí caminando junto a Xander. Giramos por una esquina.
- Xander. Quiero que la protejas.- Le dije pensativa.
- Haré lo que pueda Nelly. Siempre haré lo que pueda.
- Pero es que no puedo estar siempre con ella. Mira lo que ha pasado hoy.- Me miré los pies mientras caminábamos. - Es absurdo. Un día se la van a comer, y ella no va ha hacer nada por impedirlo.
Nos paramos en la puerta de mi edificio. Y entonces vi al principio de la calle a Jason morreándose con, nada más y nada menos que con la hija del jefe de Policia. ¿Pero este chico qué era, tonto o subnormal?
- Nos vemos mañana, Xander. Gracias otra vez.- Dije abriendo mi portón.
- Nos vemos, Nelly.- Se giró y desapareció por la esquina.
Respiré hondo y llamé al ascensor. Cuando se abrió di un paso para entrar. Y me quedé pillada. Dentro había un chico más o menos de mi edad que estaba leyendo un folleto. Entré y pulsé el numero 2.
- Hola.- Me saludó. Dios Santo. Sí que era guapo.- Tenía pensado presentarme esta mañana pero te has tirado a matar.- Sonrió.
- ¿Qué...?-Entonces me acordé. Por la mañana casi me como a alguien y por lo visto había sido este chico.- Oh, lo siento. Tenía muchísima prisa y no tenía tiempo. - Dios, qué estúpida. - Soy Anellys, pero llámame Nelly.
- Blake. Mucho gusto.- Me estrechó la mano.- Vivo en el 4º piso, con mis padres. Me acabo de mudar.
- Bienvenido al vecindario.-Sonó el típico ruidito que interrumpe la conversación y que marca la llegada al segundo piso.La puerta se abrió y salí. - Bueno, ya nos veremos.
- Eso espero.- Dijo con una sonrisa.- Vendré de vez en cuando a pedirte sal.
- Te la daré encantada.- Dijé riendo. Se cerró la puerta del ascensor.
Entré a mi casa y tiré por los suelos la mochila. Corrí hasta el salón, quitándome los zapatos a trompicones, y miré por la ventana. Jason ya no estaba por lo que supuse que estaría subiendo. Al instante se oyó la puerta de entrada. Me crucé de brazos e hinché los mofletes. Apareció por la puerta del salón y cuando vio mi postura se echó a reír.
- ¿Qué pasa? ¿Ahora te gusta poner cara de níspero?- Dijo riéndose.
- ¿Por qué no me has despertado esta mañana?- Su rostro se amansó.
- Estabas cansada de ayer. No vi necesario despertarte. Además, sonó el despertador de tu mesilla y ni siquiera te enteraste. Deberías haberte quedado durmiendo.
Sólo lo había hecho para que yo descansara. Vale. Tal vez no fuera tan cabrón como parecía. Ahora venía lo bueno.
- ¿Quien era esa?- Pregunté.
- ¿Quien?- Dijo perspicaz.
- La chica de abajo. Te he visto. No deberías...
- ¿Y a tí que te importa? Métete en tus asuntos, enana.- Dijo enfadado. Se giró y al poco rato se empezó a oir la musica a todo gas de mi hermano.
- Te recuerdo que soy un año mayor que tú.- Dije gritando, sabiendo que no me oiría. Me tiré al sofá. ¿Por qué todo el mundo me llamaba enana? Era indignante.
Cogí mi mochila y comencé a sacar todos los papeles del trabajo, que seguía arrugado en algunas partes. La revolución francesa, la anarquía durante el reinado de Enrique VIII etc... Historia. Puaj. Estaba a punto de comenzar a numerar todas las paginas por si volvía a pasar, cuando vi, pegado a la portada de cartón, un pequeño post-it amarillo. Maldita Cassandra.
- Si ahora me va a venir con amenazas se va a enterar...
Me congelé. No era de Cassandra. Ni de ninguna de sus secuaces. Era anónimo. Pero ya me hacía a la idea de quién podía haber sido. Sólo había escrita una frase.
`` Eres guapa. Pero no lo suficiente.´´
Temblé.
sábado, 30 de enero de 2010
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